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viernes, 4 de julio de 2014

CARTA A ERNEST DELAHAYE EN JUNIO DE 1872

El poeta Arthur Rimbaud, uno de los más grandes de las letras francesas, inició su creativo ímpetu literario a muy corta edad, se dice que a los cortos ocho años creó sus primeros escritos en prosa y a los diez escribió sus primeros trabajos líricos. Al igual de su prematuro florecer literario, muy temprano fue también su abandono a este arte, diecinueve años.

Se suele incluir a este poeta a la generación francesa de poesía llamada "Poetas malditos", en esta generación conoció a dos de sus más grandes amigos: Paul Verlaine y Ernest Delahaye.

A continuación, le presentamos una carta que le escribe Rimbaud a Delahaye, en esta misiva podemos comprobar la capacidad técnica y la calidad poética del poeta, sino también algunos de sus pasatiempos y pensamientos acerca de la vida y de las costumbres que asumía frente a la sociedad, que además es la concepción que tenían los llamados poetas malditos.


La carta ha sido extraída del libro "La belleza del diablo" traducido por Josep Forment Forment editado por ALREVES.





CARTA A ERNEST DELAHAYE EN JUNIO DE 1872
                Parmede[1] (París) Jumphe (Junio) 72.
Querido amigo,
Sin duda, la vida es sorprendente en el cosmos (Arduan).
La provincia donde nos alimentamos de harina y de barro, don-
de bebemos vino de esta región y cerveza del país, aunque no es
lo que encuentro a faltar. Tienes toda la razón cuando le atacas
sin descanso. Este sitio: destilación, composición: y el verano ago-
biante: el calor es apenas constante, pero al comprobar que el
buen tiempo interesa personalmente, y que todos son unos cer-
dos, odio el verano, que me mata nada más empezar. Estoy obse-
sionado porque temo una gangrena: los ríos ardeneses y belgas,
las cavernas, eso es lo que encuentro a faltar.

Hay un sitio para la bebida que prefiero ¡Viva la academia de la Absenta (Absomphe), a pesar de la voluntad de los camareros! ¡Es el más delicado y el más turbio de los vicios, la borrachera, gracias a la virtud de esta salvia de los glaciares, la absenta (absomphe) ¡Para después acostarse en la mierda!


Siempre el mismo lamento (geinte), ¡qué! Lo único que hay de
cierto, es, mierda para Perrin[2]. La barra del Universo[3], esté o no
-Deseo con todas mis fuerzas que las Ardenas sean ocupadas
y que nos estrujen cada vez más descontroladamente. Pero todo
esto es todavía muy secundario.

Lo único cierto, es que es imprescindible atormentarte lo máxi-
mo que puedas, quizás tengas razón de pasear mucho y leer. Moti-
vo, en cualquier caso, para no recluirte en los despachos ni en la
familia. Los embrutecimientos deben ejecutarse lejos de esos luga-
res. No estoy para vender bálsamo, pero creo que las costumbres no
aportan ningún consuelo a la miseria de todos los días.

Ahora es por las noches que trabajo (travaince). Desde las doce
hasta las cinco de la madrugada. El mes pasado, mi habitación,
en la calle Monsieur-le-Prince, daba a un jardín del instituto San
Luis. Había unos árboles debajo de mi estrecha ventana. A las
tres de la madrugada, la vela sucumbe: todos los pájaros gritan al
unísono desde los árboles: se acabó. Fin del trabajo. Era preciso
mirar los árboles, el cielo, atrapados por esa hora indescriptible,
la primera del alba. Veía los dormitorios del instituto, absoluta-
mente mudos. Entonces el ruido que sacude, sonoro y delicioso de
los volquetes en la acera.

Cuando mi habitación estaba en el tejado, fumaba con mi pipa,
Y escupía en el tejado. A las cinco, bajaba a buscar el pan; es la
Hora. Encuentras obreros trabajando en todas partes. Para mí,
es la hora de emborracharme en las tiendas de vino. Volvía para
comer, y me acostaba a las siete de la mañana, cuando el sol obli-
gaba a las cochinillas salir de debajo de las tejas. Lo que siempre
me ha hecho feliz aquí es cuando amanece en verano y los crepús-
culos en diciembre.

En este momento, tengo una habitación preciosa, sobre un pa-
tio que no se acaba nunca de tres metros cuadrados. –La calle
Victor Cousin, hace esquina, a través del café Bas-Rhin, con la
Plaza de Sorbona, y por la otra punta da a la calle Soufflot. Allí
Es donde bebo agua toda la noche, no me entero de la mañana, no
Duemro, me asfixio. Eso es todo.

¡No lo dudes, haz valer tus derechos y reclama! No olvides, si lo
Encuentras, de enviar a la mierda. La Renaissance, ese periódico
Literario y artístico. Hasta he podido evitar echar pestes contra
Los carlopolitanos (caropolmerdés)[4]. Y mierda para las estaciones.

Coraje (Colrage).
Ánimos.

A.R.
Calle Victor Cousin,







[1] Mantengo, en cursiva, los términos tal cual fueron transcritos por el poeta.
[2] Sucesor de su exprofesor Izambard en la escuela de Charleville y director del periódico Nord-Est.
[3] Bar de Charleville.
[4] Caropolitains, dícese de todos aquellos ciudadanos de Charleville que se marchaban a París.




























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